En blanco y negro. Estampas de ayer y hoy.
Flamenquis…
La Feria es color, revuelo de volantes en los que se entremezclan la viveza de los colores que, unido entre sí, forman un arcoíris de encajes, tejidos y pasamanería a juego de los complementos.
La magia del color dibuja un tipo y otro de flamencas. Dulces, portentosas, atrevidas, tímidas. El color describe la actitud con la que nos enfrentamos a un nuevo día de feria o romería. Buscamos minuciosamente el conjunto perfecto que formarán los complementos con el traje de flamenca. Imprimimos carácter con el dorado y los labios a todo color. ¡Tampoco se queda atrás el maquillaje!
Y, sin embargo, ¡ cuánto aprendimos del blanco y negro!
No, no voy a hablar de trajes de flamenca negro o quizás sí. Sencillamente os voy a dejar imaginar el color de cada vestido, que vuestra mente coloree el sentimiento que os expresa cada foto, cada vestido, cada complemento o detalle del color que quiera. Porque nosotras nos enamoramos de la moda flamenca cuando las fotos, las películas, los recortes de prensa, las estampas de ayer sólo conocían el binomio blanco y negro.
No hay distracciones. No hay un color que prevalece, no hay un tejido o un estampado que llame la atención. Prevalece la forma. El traje de flamenca al desnudo. El corte. El rizo del volante, la esencia de la línea que dibuja la curva que enmarca una espalda o unas bonitas caderas.
Ésa milésima de segundo que invita a una mirada y que la cámara capta. Aquí, esta amante de la moda flamenca que os habla trata de fotografiar ése gesto, ése momento en que la modelo decide sentirse flamenca. Y es entonces cuando el diseñador ha conseguido su reto. Provocar un sentimiento en quien pasea su traje de flamenca, en quien lo ve, lo recuerda o en quien lo sueña.
Lunares que vuelven a llenarse de vida en aquel viejo popelin. Faldas donde el movimiento de cada uno de los volantes interpreta cada paso que la flamenca da. Lunares que vuelven a llenarse del tronío de quien quiere dar una pataíta por bulerías. Añorada niñez.
Siempre hay algo que recordar de la foto que vemos.
Y cada volante realza su nombre propio. Todo se ve. Todo se nota. Todo se aprende.
Mirar atrás, a los consabidos años de excelencia flamenca donde el juego de volantes dibujaba el sueño de cualquier mujer y que ahora muchos llaman ‘typical spanish‘ y nos imaginan cual Wendolyne sobre el televisor. ¡Y qué poco saben! Y otros tantos que creen saber y no son más que noveles de esta pequeña gran pasarela de la moda.
Al desnudo del blanco y negro, no todos saben, no todos pasan el examen que llamamos moda flamenca.
Besitos por bulerías!!
2 Comentarios
Guacimar
Interesante experimento. Me encanta. Y me doy cuenta de que cada vez me gustan más los vestidos antiguos… y mira que era guapa Carmen Sevilla, ay.
Verónica
Enhorabuena por este post! Me ha encantado. Millones de «vesos»