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    Lunes de Pentecostés

    Y eran las tres menos algo de la mañana cuando me desperté y justo vi el salto de la reja. Y los Almonteños y demás gente allí congregada tuvieron la paciencia suficiente, el autocontrol (a veces descontrolado) de esperar, justo al lado de la Virgen del Rocío, a que el Simpecado de Almonte se abriese paso entre el mar de cabezas y de gente allí congregada. Y llegó. Y a eso de las tres menos cinco, mientras yo trataba de que los ojos no se me cerrasen del cansancio, la Virgen, suavemente, cruzó la reja y poco a poco, dirigida por los que debajo de Ella hacían el esfuerzo de…